Sobre la creación de la Tierra de Ástur y Capriana

Me apasionan las historias. Me apasionan aquellas historias de vida y me apasionan las personas que tienen una historia que contar. Crecí escuchando historias. Cómo olvidar aquellas ajetreadas mañanas en la cocina de mi abuela, allá en su casona en el Lago Yelcho, o esas tranquilas tardes en el huerto. Mientras sus manos gruesas y curtidas revolvían una cazuela o apartaban los pastos de la siembra, de su boca salían historias.

 Mujeres, una tierra indómita y desconocida, un clima inclemente, bosques, ríos, el Lago y un baúl de libros abandonado.

 Cómo olvidar los viajes con mi abuelo en su lancha "Cristina", por las lacustres aguas del Yelcho. Mi escasa estatura infantil era remediada con el honor de sentarme en el asiento de capitán a fin de no perder de vista el horizonte teñido del verde de los bosques. Si me portaba bien, tenía el privilegio de escrutar las cumbres con los pesados prismáticos que mi abuelo cuidaba con el celo de un marinero (de agua dulce, él aclaraba). Su porte, semblanza de una raza extranjera colonizadora, acompañaba el timón de "La Cristina" mientras por su boca salían historias.

 Hombres, la fortaleza de la juventud, la impenetrabilidad del bosque, el agua, los temporales, el hambre del Lago que llamaba a algunos a sus entrañas.

 Había dolor en aquellas miradas que estudiaban las mismas cordilleras que mojaban sus faldas en las aguas del Yelcho, había resignación y había respeto.

 ¡Cuantas historias! Pepitas de oros en los ríos, un valle escondido con aguas termales, playas vírgenes con arenas plomizas. Ventisqueros, baluarte de las montañas, rocas cortadas en picada hasta tocar el cielo. Ulmos, arrayanes, canelos, lumas y cipreses, el chucao y los zorzales. ¿Cómo no imaginar una historia?

 Fue precisamente allí, en esas orillas boscosas, donde mi imaginación me transportó y apareció Capriana. El escenario ideal, el escenario perfecto. Azulia, mi punto cero en el mapa de la Tierra de Ástur.

 La historia de Capriana fue perfilándose lentamente, escenas como destellos de luz que aparecían en mi mente, que recordaban desde Santiago el frío y el viento patagónico, el coirón que no importara dónde yo estuviera, sabía que seguía inclinándose en ese momento hacia donde soplara el viento. El olor a caballo, la agitación de sus crines, el olor a cuero y esos resoplidos que para mí son ronroneos. Pura nostalgia.

 Pero Capriana no es una historia del sur de Chile, no es una historia de chilenos. Es un mundo fantástico que recoge recuerdos, anhelos, aspiraciones, ideales y vidas humanas. Es una aventura personal, el relato de una imaginación que siempre me ha resultado desbordante, que me ha entretenido en momentos de ocio, alejándome de aquello que recurrentemente el hombre moderno llama aburrimiento. 


 Quien escribe estas líneas, es la misma que de pequeña hacía hablar a las flores; la que enfrentada a un plato de comida, prefería hacer conversar a los fideos; la que de un montón de astillas, inventaba familias de barcos que surcaban las olas en la orilla del Lago. Alejada de los caballos, el palo verde de un helecho cumplía igual propósito, y sus delicadas ramas eran la majestuosa cola que cualquier equino hubiese deseado.

 A medida que fui creciendo, los juegos infantiles dieron paso a las lecturas. Leer para mí siempre ha sido una comunión con mi imaginación, ávida de nuevos contenidos y formas, como un músculo que requiere de constante ejercicio y atención.

 Pero llega un punto en que no es suficiente, en que la imaginación deja momentáneamente de escuchar al resto y quiere contar su propia historia. Desde entonces mis manos no han parado de escribir.

 Escribir, al fin y al cabo, para mí se ha transformado en una necesidad de desborde. Jamás pensé en escribir un libro, pero aquí estoy. Los libros son el punto de encuentro, el lugar común, la plaza pública de la imaginación de escritores y lectores.

Por eso, que los escritores no se cansen de escribir y los lectores de leer. El mundo se vuelve más gris sin imaginación, y como nos enseñó Ray Bradbury: Un mundo sin libros es, finalmente, un mundo menos humano.

Último viaje de la "Cristina", Lago Yelcho




4 comentarios:

  1. Que increíble que con palabras simples y honestas puedas transportarnos a un mundo nuevo, a una tierra asombrosa y fantástica... mostrarnos con palabras una nueva geografía... entretejer con letras, puntos y comas una hazaña y una heroína real... que nos hace uno más de esta odisea... Felicitaciones a la autora y gracias por permitirnos ser parte de esta gran aventura

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    1. Muchas gracias Cote, me emocionan tus palabras. Me alegra mucho que te haya gustado la historia, sé que eres una gran lectora, por eso tu opinión para mí vale muchísimo!

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  3. Viví mis primeros años de juventud en la Tierra de Ástur, en su lago, sus montañas, viviendo y trabajando en sus bosques. Qué emoción!! Ya voy a tener el libro!! Cuando haya, por que se agotó !!! Un abrazo Catita.

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